Sunday, 13 May 2012

JUAN KROHN RECUERDA EL 12 DE MAYO DE 1982


Hay fechas efemérides o aniversarios que parecen guiar el destino de los hombres y de las sociedades -como los astros y las estrellas para los Antiguos- mucho más de lo que nos creemos el común de los mortales. El doce de mayo vísperas del trece de mayo -aniversario de las apariciones/de la virgen a los pastorcitos/de/Fátima y también del golpe de Estado del 58 en Argel que trajo al poder (de nuevo) al general De Gaulle y daría paso en Francia a la Quinta República- vio el año pasado el nacimiento entre tantos signos aciagos y funestos del movimiento del 15-M de los llamados indignados que pretenden liarla parda de nuevo ahora -por lo suave o a la chita callando- como hicieron el pasado año. Pero hoy, Doce de Mayo, se cumplen también treinta años (treinta) de mi gesto de Fátima. Podría haber optado por el silencio como sin duda me lo habría aconsejado (en la mejor de las intenciones) más de un alma caritativa, pero la inminencia fatídica de las celebraciones callejeras que se anuncian de nuevo a bombo y platillo en un tono inconfundible de chantaje y de amenaza -por más que se escondan (insidiosamente) bajo el manto de la no/violencia- habrá sido tal vez el detonante último de que le dedicase esta entrada. Sin tapujos ni complejos, y en un espíritu irrevocable a la vez por cierto, de borrón y cuenta nueva, amparado -¿y como no?- en la prescripción universal -al cabo de treinta anos (...)- de los delitos y las penas. ¿Puro azar o casualidad esa coincidencia de aniversarios? Nunca creí en las estrellas ni en los signos del Zodiaco ni en el Tarot ni en otros tipos de predicciones astrales o astrológicas, pero no me pareció menos legitimo siempre el escrutar los signos de los tiempos -ni tampoco condeno por supuesto a los que creen en esas cosas-, y como todos aquí ya saben el movimiento de las acampadas y de los indignados me lanzó en pleno rostro, a mí personalmente no sé si a otros -así lo sentí y lo experimenté por lo menos- el guante del desafío que no dudé en recoger, estaría bueno. Y por ahí, algunos aquí acabarán por comprender tal vez el por qué de ese lazo o nexo todo menos casual o trivial entre la eclosión de ese movimiento (funesto) de indignados y mi propio destino.
Aquí ya expliqué no sé cuantas veces las analogías tan fuertes y numerosas que siempre vi entre el 15-M y el movimiento de contestación universitaria -que sufrí un poco en propia carne- del mayo del 68 o si se prefiere, la versión española del mayo francés que fue la matriz principal -mas que el 67 alemán- de toda una serie de focos de revuelta universitaria que se declararían por aquellos años en los demás países occidentales. El 68 español -como yo lo expliqué aquí tantas veces también- acabó produciendo en mi un repliegue o enroque psicológico -por expresarlo en términos más expresivos (o expresionistas)- que cuarenta años después sigo considerando legítimo sin arrepentirme de lo que sea, todos aquí ya lo saben; tan radical y profundo no obstante que en la medida que presidiría la odisea interminable de persecución y de expatriación de la que me sentí con altibajos e intervalos víctima hasta ahora, me parece aquél cargar con la responsabilidad (grave) de haber hipotecado en gran medida mi futuro en estos cuarenta años. Y está claro para mi y sin duda también para los que aquí me leen que el movimiento de las acampadas, caso de triunfar o de cristalizar en algo duradero, amenazaría con hipotecar el futuro de sus partidarios y también el de muchos otros, opuestos o refractarios, como lo hizo mayo del 68 con sus enemigos -como yo lo fui- y también con sus mas resueltos partidarios a los que legó un marca -como un tatuaje indeleble (hasta en la indumentaria, que me diga en sus cambios indumentarios después de aquello) (...)- que les acompañaría a sol y sombra de por vida en lo sucesivo, sin que pudieran nunca mas sacudirse encima o despegarse del cuerpo aquella imagen polémica conflictiva -del conjunto del movimiento y de sí mismos- que trajo tanto problema y encendió tanto conflicto -en todos los órdenes- y aporto a la vez tan pocas soluciones.
E ilustran esa generación "quemada" toda una serie de nombres de los últimos tiempos de la presidencia Sarkozy, destacados soixante-huitards todos ellos -Bernard Kouchner, Fadela Amara, o el inevitable Bernard Henri-Lévy destacándose de todos los otros- que se encargó aquél de reclutar en la apertura a la izquierda que se permitió a cierta altura de su mandato, sin duda en pago de la deuda intelectual que tenía contraída de sus años jóvenes en los que no dejó de ser un mero comparsa de aquellos que invadían todo el espacio publico aquellos años. Algo de orden religioso o espiritual íntimo y profundo -llamésele como se quiera- me movió a actuar en Fátima que sigo asumiendo por más que hayan pasado ya treinta años y el mundo haya cambiado tanto y todos nos hayamos hecho mucho mas serios (como decía Nietzsche )en las cosas del espíritu. No menos íntimo y profundo -y puro y absoluto- desde luego que la mística que algunos optimistas prestaron el año pasado al movimiento (naciente) de los indignados. Y me lo prueba a mi mismo y servirá de muestra también a los que aquí me leen, el que me siga interesando a cierto tipo de actualidad religiosa (o"eclesiástica) relacionada con el movimiento (espiritual y eclesiástico o extra-eclesiástico a la vez) de la Fraternidad fundada por el arzobispo rebelde Marcel Lefebvre, precisamente entonces (nota bene), en la resaca del 68, con jóvenes universitarios mayormente franceses que habían experimentado una trayectoria de repliegue un tanto análoga a la mía. En las últimas horas -curiosa coincidencia cronológico también- se habrá hecho publico (en la red) un intercambio de correspondencia entre su superior actual Bernard Fellay enfrascado desde hace algún tiempo en conversaciones doctrinales con Roma (o el Vaticano) y los otros tres obispos ordenados por el arzobispo francés -Williamson, De Galarreta y Tissier de Mallerais- que sacan a la luz una grave y profunda discrepancia cuanto a la oportunidad y a lo bien fundado de unas conversaciones en l que muchos católicos del mundo entero -jóvenes y viejos- tienen puestos (el alma en vilo) sus cinco sentidos, oscilantes entre la inquietud y la aprensión o y la esperanza.
Y por más que algunos puedan tacharlo de pretencioso o de egocéntrico de mi parte no puedo dejar de pensar que el conflicto irreductible que esa correspondencia revela, explica no poco y justifica al mismo tiempo mi comportamiento de entonces y de después, y en particular mi gesto de Fátima. O digamos que la puerta abierta por aquel conflicto inevitable de mentalidades-la vía de de agua en la nave/de/pedro que dirán algunos(¡qué le vamos a hacer!)-, me acabé liberando de todas mis ataduras interiores que habían presidido (fatalmente) mi destino hasta entonces. ¿Catarsis y terapia de grupo -como quieren verlo algunos- en el 15-M? Como sea yo opté entonces -hace cuarenta años- por una terapia personal por la que pagué con creces, sin arrastrar a nadie conmigo en la aventura. Estos indignados de ahora en cambio se diría que quisieran hacerle pagar la suya a la sociedad española toda entera, con el caos y la bancarrota, y la crispación y la amenaza del enfrentamiento (otra vez) entre españoles.

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