Lefebvrianos: no a la propuesta doctrinal de Roma
01.12.11 | 17:59. Archivado en El concilio de la discordia, Contencioso Roma-tradicionalistas
Confieso que no me lo esperaba. Cuando todo parecía indicar que se caminaba irremisiblemente hacia un compromiso doctrinal entre la Fraternidad San Pio X fundada por el difunto obispo tradicionalista disidente Marcel Lefebvre y el Vaticano, de paso previo a la obtención de un estatuto canónico idéntico o análogo a aquél del que goza el Opus Dei dentro de la iglesia, el máximo responsable de la FFSPX acaba de sorprender a propios y a extraño dando la negativa por respuesta ayer mismo en unas retumbantes declaraciones publicas. Y confieso que me sorprende, ya digo, no tanto porque para todos, en los medios y en particular en los círculos más allegados a las instancias eclesiásticas de las tendencias mas dispares ("tradis" o "progres") era algo que se daba ya por cantado; sino porque no se corresponde del todo con la imagen que de ellos, de la postura oficial (u oficiosa) de la "fraternité" me refiero, guardé yo de mi paso por ella hace ya tanto es cierto. Y sobre todo, porque la evolución del contencioso - en el sentido de la considerable radicalización anti-concilio a la que asistimos - era todo menos previsible entonces cuando yo me aparté de ellos definitivamente.
Y por más que los vientos y los tiempos cambiaran (y mucho) desde entonces era de prever ahora que una vez obtenido - con el pontífice actual Benedicto XVI - lo que en los años que yo permanecí ligado a ellos por los lazos de obediencia parecía el "leitmotif" principal del combate del obispo disidente, a saber la autorización de la celebración del viejo/misal sin cortapisas, el concilio no debía ser obstáculo mayor como no pareció serlo en el tiempo que permanecí dentro de su órbita. Y a fe mía que tengo sobrados motivos personales para afirmarlo. Porque si hay algo que me amargó la existencia en mis años de Econe fue la lucha sorda e intestina dentro de las paredes de aquel seminario tradicionalista entre los "duros" y los "blandos" - o entre los liberales y los anti-liberales como decían los segundos (entre los que yo me conté siempre) - en torno precisamente al concilio vaticano segundo y a la actitud a adoptar frente al mismo: o su aceptación o interpretación más recomendable (conforme a la doctrina tradicional) con vistas a salvar "lo esencial", a saber el misal de San Pío V; o el rechazo lisa y llanamente, no sólo de las reformas sino de los textos mismos de los que aquellas se derivarían.
Y está claro - y pongo por testigos a todos mis compañeros de entonces - que el arzobispo Lefebvre mantuvo entonces una actitud de equidistancia entre unos y otros - digamos entre la mayoría "liberal" y la minoría ultra - por motivos de buen gobierno de su comunidad sin duda, que traicionaban el sello eclesiástico (romano) de su formación y de su carrera y de su trayectoria y en los que no dejaban de reconocerse los ecos aún bien cercanos de la iglesia de Pío XII en la que se vería cimentada su brillante carrera episcopal (y mas tarde de arzobispo); tradicional (y ortodoxa) en lo doctrinal y democrática por cierto en lo político y en general en los criterios y principios del arte de bien gobernar (a la iglesia y a los pueblos). Y así, Monseñor Lefebvre como buen príncipe de la iglesia de su tiempo daría muestras de cierta tolerancia (con los extremistas) en su gobierno del seminario y de la fraternidad por él fundada - me toleró a mí por ejemplo (...) -, sin dejar de guardar al mismo tiempo, como digo, prudente distancia de aquellos en relación con lo que era entonces nuestro principal caballo de batalla, a saber el concilio vaticano segundo. Lefebvre fue nombrado obispo (el más joven de su tiempo) durante el pontificado de Pio XII; y formó parte también en el concilio, es cierto, de la llamada minoría conservadora, e incluso se revelaría durante el mismo uno de los principales animadores de la minoría (tradicionalista o integrista) dentro de la minoría, agrupada en el "Coetus Internationalis Patrum"; pero no dejaba de ser un obispo (y más tarde arzobispo) de su tiempo, y como tal exquisitamente "correcto" políticamente hablando, y lo contrario hubiera sido literalmente impensable desde luego en el mundo surgido de la segunda guerra mundial tras el 45. Y por más que como tantos católicos franceses seglares y eclesiásticos, la guerra de Argelia y su desenlace le indispusieran no poco con la instituciones republicanas y en particular con la V República (presidencialista) del general De Gaulle, no dejaba de ser hijo de un padre muerto en deportación durante la guerra en Alemania, y como tal miembro de una selectísima masonería (blanca) de "compagnons de la Libération" -unos doscientos miembros en toda Francia (...)- de la que ya noticié en estas entradas.
Y el concilio era sin duda y lo sigue siendo singularmentepara los católicos objetable doctrinalmente hablando, en los planos digamos más contingentes de la llamada doctrina (social) de la iglesia, a saber todo lo referente al ámbito de lo político y los socio-económico, en la medida sobre todo que se autodefinía concilio pastoral (y no doctrinal); y objetable en particular, la trilogía (revolucionaria) en la que se verían mayormente compendiados y formulados sus principios - la colegialidad, el ecumenismo y la libertad religiosa (rechazados ahora por el superior de la FSSPX expresamente) -, pero lo son desde presupuestos teológicos (o puramente ideológicos) irreductiblemente extraños al ideal democrático, lo que explicaría sin duda que para un obispo tan "correcto" como lo seguía siendo Lefebvre aún tras el inicio de su enfrentamiento con Roma, el concilio y sus actas - que él mismo había firmado como no dejaban de recordarle maliciosamente sus detractores- no fueran aparentemente obstáculo insuperable; y que permitiese o tolerase en cambio por via de consecuencia una disputa tan acerba en el tema - así la recuerdo yo al menos - entre sus seguidores y partidarios; y que "a contrario", las criticas y anatemas que los tradicionalistas (o "integristas) dirigían a aquél se vieran fatalmente despachadas o desestimadas en sus postulados principales por los guardianes de lo religosamente/correcto desde los prismas y baremos menos exigentes incluso, por antidemocráticos, "verbi gratia" reaccionarios, fascistas, filofascistas o totalitarios (etcétera, etcétera)
Y por eso ahora no salgo de la sorpresa, ya digo, ante los signos de inflexibilidad doctrinal - o firmeza como se le quiera calificar - de la que los responsables de la FFSPX viene a dar muestras en la materia, diciendo no, por partida doble, a las autoridades vaticanas: no al concilio y no al cebo del estatuto canónico - con toda probabilidad una prelatura (como la del Opus) -, que se les prometía en recompensa de su aceptación de del "preámbulo doctrinal" que se les tenia propuesto y que se ve ahora rechazado. ¿Y a qué se debe? , se preguntarán ahora muchos. ¿Una simple coartada - esa intransigencia anti-concilio - del rechazo a un acuerdo por sitstema, o elemento esencial por el contrario de una postura que asumen colectivamente ahora a lo que se ve y que no deja de tener (para mí) algo de novedosa? ¿Habrá acaso influido en la radicalización doctrinal de la FSSPX el reciente proceso de beatificación ("exprés") de Juan Pablo II ,o la ola de escandalos de eclesiasticos por todas partes que por más que haya amainado un poco no ceja? Como sea, la esperanza de un acuerdo con el que tantos en los medios eclesiásticos parecían ya acomodarse (frotándose las manos), parecese esfumarse de pronto, y se deja ahora para en cambio las calendas griegas. Y no sabría decir si lo siento, lo confieso.