Thursday 16 September 2010

SERMÓN DEL PADRE MERAMO

La Roma pagana imperial y señora del universo logró su apogeo y hegemonía universal gracias a su política ecuménica al tener lazos religiosos con todas las divinidades y cultos más importantes del mundo antiguo, que eran el único vínculo entre los antiguos pueblos. No había otros lazos que los religiosos y Roma se aprovecha de esto para su expansión y gloria, es la primera en hacer de la religión, del vínculo religioso un factor (el principal) para el dominiopolítico, por curioso y extraño que nos parezca hoy, pero que era normal según la mentalidad del hombre antiguo. Baste sólo recordar que en las guerras eran invocados los dioses, los oráculos, etc. El mundo pagano era religioso por asombroso que nos parezca. El pagano no es un ateo, de aquí el culto tan prolífico en divinidades, que intervenían en toda la vida de la sociedad pagana de la antigüedad.

Por esto decía el gran historiador Fustel de Coulanges: «Uno de los rasgos notables de la política de Roma consistía en atraer hacia sí todos los cultos de las ciudades vecinas, se preocupaba tanto de conquistar a los dioses como a las ciudades» (La Ciudad Antigua, Ed. Porrúa, México 1989, p. 270). La táctica de Roma es muy importante tenerla en cuenta pues esto le permitió fundar el imperio más poderoso en toda la historia de la humanidad.

Roma como dice Fustel: «era la única que se servía de la religión para su engrandecimiento. Mientras que la religión aislaba a las otras ciudades, Roma tuvo la habilidad o la buena fortuna de emplearla para absorberlo todo y todo dominarlo» (p. 271). El ecumenismo de Roma pagana la llevó a forjar el imperio más grande del mundo: «Pues era costumbre de Roma –dice un antiguo- el introducir en ella las religión de las ciudades vencidas.» (Ibidem, p. 270).«Quería poseer más cultos y más dioses titulares que cualquier otra ciudad». (Ibidem, p. 270). «Por otra parte, como la mayoría de esos cultos y dioses se tomaba a los vencidos, Roma estaba en comunión religiosa, por medio de ellos, con todos los pueblos». (Ibidem, p. 270). Aquí se ve con claridad la política y el genio romano que le permitió ser el mayor imperio del universo gracias a la modalidad religiosa ecuménica, y de su espíritu ecuménico.

Esto es importantísimo considerarlo y retenerlo pues la Roma católica al perder la fe que la llevó al apogeo espiritual universal, como lo expresó San León Magno: « Roma maestra del error se hizo discípula de la verdad» (Maitines, Lectura IV, 29 de junio Fiesta de San Pedro y San Pablo), y por un misterio de profunda iniquidad hoy cae en su ancestral barbarie pero sin perder su característica de la cual se valió para forjar su imperio universal, que será lagloria del Anticristo-Pseudoprofeta para propagar su falsa paz ecuménica religiosa, como está anunciado en las Escrituras.

Para poder entender y ver esto es necesario recordar lo que ya decía el Papa San León: «Esta ciudad ignorando al autor de su elevación, mientras dominaba por sobre casi todas las naciones, servía los errores de todas ellas, y por eso creía tener una gran religión puesto que no había rechazado ningún error. » (Ibidem, Maitines, Lectura VI). Roma pagana así, reputábase grande cual Babilonia asumiendo toda religión, pues no rechazaba ninguna.

El Panteón representaba bien este espíritu ecuménico de Roma pagana, reuniendo en un magnífico e inmenso templo todas las religiones más importantes, cada una con su altar. Y retornará a esto cuando deje de imperar la verdad como luz del mundo y de su Iglesia.

Roma modernista y Apóstata sede del Anticristo como dijo Nuestra Señora en La Salette, se caracterizará por aglutinar, cual Panteón, todas las falsas religiones en su seno, y su poder será el absorber todos los cultos no rechazando ninguno, como la Antigua Roma Pagana, poniendo en ello su grandeza y señorío; ésta será la gran obra del Pseudoprofeta (el Anticristo religioso) y la Gloria del Olivo, el triunfo de la Sinagoga de Satanás en la Iglesia, triunfo que nadie sospechaba que llegaría incluso a destruir, reabsorbiendo maquiavélicamente, la resistencia tradicionalista aglutinada alrededor de Monseñor Lefebvre, al punto de desactivar magistralmente a la Fraternidad por él fundada, con un «abrazo paternal y magnánimo».

Luego ante tal situación fina y sutilmente orquestada, no queda otra cosa que seguir el consejo de San Jerónimo: «huir de la perversión judaica y refugiarnos en las montañas eternas, de lo alto de las cuales Dios hace brillar su admirable luz» al hablar de la «abominación de la desolación que se puede entender también de toda doctrina perversa. Pues si vemos el error establecerse en lugar santo, es decir en la Iglesia, y hacerse pasar por Dios, debemos huir de Judea hacia las montañas, es decir abandonar la letra que mata y la perversidad judaica y refugiarnos sobre las montañas eternales. » (Maitines, Lectura IX, Domingo XXIV y último después de Pentecostés), esto es de la Verdad Eterna, o con palabras del Apocalipsis de San Juan invitando a salir de Roma convertida en una Babilonia: «Babilonia la grande, la madre de los fornicarios y de las abominaciones de la tierra.» (Ap. 17,5); pues «Ha caído, ha caído Babilonia la grande, y ha venido a ser albergue de demonios y refugio de todo espíritu inmundo y refugio de toda ave impura y aborrecible… Salid de ella, pueblo mío, para no ser solidario de sus pecados y no participar en sus plagas.» (Ap. 18, 2 y 4).

Y nadie puede dudar cual sea esta Babilonia apocalíptica, pues San Pedro mismo lo dice cuando desde Roma envía sus saludos junto con San Marcos su discípulo: «Os saluda la (Iglesia) que está en Babilonia, partícipe de vuestra elección, y Marcos, mi hijo.» (1 Pedr. 5, 13), al igual que así lo entienden también los exégetas: «Por Babilonia se entiende Roma que constituía el centro del paganismo. La Roma pagana significaba para los cristianos el mismo peligro antes Babilonia para los judíos.» (Monseñor Straubinger, nota 13).

Esta es hoy, la astuta maniobra de la dialéctica vaticana, cual Roma pagana, que con el pretexto de los dos presupuestos falsos: el motu proprio sobre la Misa, y la remisión (levantamiento) de las excomuniones, se reabsorbe en magnífica y magistral coagulación sintética o amalgama, insertando la Tradición con su altar en el gran Panteón Universal (ecuménico) cual la Roma anticristo, tal como la designa Monseñor Lefebvre en su famosa carta del 29 de junio de 1988 a los cuatro candidatos al episcopado. Pues con el motu proprio se enmascara la escisión (ruptura) reconociendo que la Misa Tridentina nunca fue abrogada, y la Nueva Misa es el desarrollo homogéneo (evolución homogénea y no heterogénea como pretende el modernismo) de la liturgia antigua, y ambos ritos, tanto el tradicional como el modernista, son dos expresiones válidas, legítimas y genuinas del culto romano de la Iglesia, siendo la Misa Tradicional el rito extraordinario (el ocasional) y la Misa Nueva el rito ordinario (el principal); lo cual es el culmen genial, sutil y perverso (diabólico) de la síntesis dialéctica gnóstico cabalística que nutre el ser y el pensar del mundo moderno, y con la remisión de la censura (pena) de las excomuniones a los cuatro obispos, que así lo pidieron conmuestra filial y reconocimiento de la magnánima y benigna paternidad de Benedicto XVI, desistiendo por lo mismo de su pertinacia, y como lógica y natural consecuencia, se levantan las excomuniones (exclusiva y solamente a ellos que así lo solicitaron), aunque sin embargo no están total e íntegramente aceptados pues siguen suspensos (al igual que todos los sacerdotes de la Fraternidad), sin «posición canónica», y sin «ejercer legítimamente ministerio alguno en la Iglesia» (Carta de Benedicto XVI a los Obispos de la Iglesia del 10 de marzo de 2009), hasta tanto se limen (superen) las asperezas y reticencias aceptando el Concilio Vaticano II, aunque esto será gradual y paulatinamente mediante el diálogo doctrinal que al fin y al cabo dará el deseado resultado que espera pacientemente Roma modernista y apóstata, tal como lo afirma Benedicto XVI en la carta ya citada: «Con esto se aclara que los problemas que deben ser tratados ahora son de naturaleza esencialmente doctrinal, y se refieren sobre todo a la aceptación del Concilio Vaticano II y del magisterio postconciliar de los Papas».

Así se llega incluso a hablar reconociendo, como lo hace Monseñor Fellay, que la situación de la Fraternidad si se mira según el derecho de la Iglesia es imperfecta, o también cuando se refiere a las necesarias conversaciones (diálogo) referentes al Concilio Vaticano II y sus novedades (Carta del 24 de marzo de 2009), del cual acepta el 95% (Entrevista a Monseñor Fellay publicada en Dici n°. 8). Ante todo lo cual se olvida la espantosa advertencia de Nuestra Señora de La Salette cuando afirma que: «Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo», quedando con esto la Iglesia totalmente eclipsada, como luz del mundo, ya que ha acontecido el eclipse del sol cual fue el significado de la divisa, de San Malaquías, del anterior pontificado «De Labore Solis» bajo Juan Pablo II, y ahora tenemos el triunfo de la Sinagoga de Satanás en la Iglesia, con la divisa del actual pontificado de Benedicto XVI «De Gloria Olivae». Este es el famoso misterio de Roma que «de maestra del error se convirtió en discípula de la verdad» como señala el papa San León Magno (Ibidem, Maitines, Lectura VI), pero que por su apostasía como señala Nuestra Señora en La Salette retornará, evidentemente, al error del que fuera antaño liberada. Este es el misterio de la Gran Rameraescarlata, cabalgando sobre la bestia, el Anticristo, que estremeció al puro y virginal San Juan Evangelista, el discípulo más amado, y por esto el apóstol San Judas en su epístola (17, 21) advertía: «Vosotros empero, carísimos, acordaos de lo que ha sido preanunciado por los apóstoles de Nuestro Señor Jesucristo que os decían: en los últimos tiempos vendrán impostores que se conducirán según sus impías pasiones, éstos son los que disocian, hombres naturales, que no tienen el Espíritu. Vosotros, empero, carísimos, edificandoos sobre el fundamento de la santísima fe vuestra, orando en el Espíritu Santo, permaneced en el amor de Dios, esperando la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo, para la vida eterna.»

Basilio Méramo Pbro.


em Terça-feira, Março 31, 2009

CARTA DEL PADRE BASILIO MERAMO EN RESPUESTA A SU EXPULSION DE LA FSSPX



P.Méramo: Respuesta ante su Expulsión de la FSSPX

Carta a Monseñor Fellay en respuesta a mi expulsión de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X.

Acabo de recibir, el 7 de abril, en mano propia, como era de esperar, ateniéndose a la lógica consecuencia de las cosas, después de dos amonestaciones canónicas, la notificación de mi expulsión, que es desde luego injusta e inválida, jurídica y teológicamente considerada, pues las moniciones eran de suyo inconsistentes siendo así repelidas inmediatamente, como consta en mis dos cartas en respuesta a las mismas.
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De todos modos apelo a Roma Eterna interponiendo recurso contra el decreto de mi expulsión, a tenor del derecho canónico (canon 647 § 2 n° 4), lo cual tiene efecto suspensivo y así, jurídicamente la expulsión queda en suspenso, sin efecto jurídico, hasta tanto el recurso esté pendiente, y esto de modo indefinido, pues la Roma Eterna está hoy invadida por indignos prelados que no cumplen con su deber, ex officio, confirmando a los fieles en la fe, sino que hacen todo lo contrario, para corromper, prostituir la fe, el culto y la moral, violando la verdad, cuyo imperio detestan, cual anticristos; y esto para colmo, como si fueran Dios, es decir, en el nombre de Dios, de la santa obediencia a la autoridad y a la jerarquía de la Iglesia. Habrase visto mayor abominación y desolación en lugar santo, haciéndose además adorar como si fueran Dios, invocando la potestad divina, la cual pervierten e invierten. Y por esto Monseñor Lefebvre dijo que«Roma está ocupada por anticristos» en su declaración del 30 de junio de 1988. Y por irónico que suene el asunto queda como quien dice, pendiente hasta la Parusía de Cristo.
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No obstante me toca soportar (sufrir) con paciencia e integridad la injuria recibida, permaneciendo firme en el combate frontal, como sacerdote católico, apostólico y romano, permaneciendo firme contra el modernismo de Roma anticristo, como una vez más Monseñor Lefebvre designa en la misma declaración mencionada a la Roma modernista y liberal que persigue a muerte lasacrosanta e infalible Tradición Católica, ante la cual hoy Usted junto con toda la cúpula directiva de la Fraternidad y los otros tres obispos de la misma, impune y cobardemente claudican entregándonos bajo apariencia de bien en los brazos del “magnánimo y paternal” Benedicto XVI que ha logrado seducirlos con hábil y sutil manipulación haciéndolos caer en la trampa.
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Ahora, si Usted me lo permite, paso a hacer el descargo, de sus fulminantes (aunque absurdas) acusaciones, al menos de las más relevantes y graves, dado el contexto teológico-doctrinal del problema. Se me acusa de falsas y graves acusaciones contra el Superior General, de daño grave por asumir una posición contraria, obstinación, rebelión contra la autoridad, escándalo, etc.
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Quisiera saber, estimado y reverendísimo Monseñor, cuáles son las acusaciones falsas contra Usted, graves sí, pero falsas no, si hay falsedad no es precisa y justamente de mi parte, sino (y perdóneme) Usted, de la suya, dado que tiene un doble lenguaje, desde hace mucho tiempo y no es porque Usted sea bilingüe, sino por su gran dilema, como llevarnos a un acuerdo sin que se note la traición, encubierta bajo una falsa apariencia de bien.
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Cómo es posible aceptar, lo que Usted mismo dijo hace ocho años, (en una entrevista al diario valesano La Liberté, el 11 de mayo de 2001, y publicada en DICI n° 8, el 18 de mayo del mismo año): «que nosotros guardamos en un 95% el Concilio Vaticano II», sin ser liberal y modernista; cuando hasta los mismos liberales y modernistas reconocen que el Concilio Vaticano II fue, como dice el Cardenal Suenens: «El Concilio es 1789 en la Iglesia», es decir, la Revolución Francesa de 1789 dentro de la misma Iglesia, o también como afirmó el entonces Cardenal Ratzinger y hoy Benedicto XVI: «El problema del Concilio fue asimilar los valores de dos siglos de cultura liberal»(Le destronaron, Monseñor Marcel Lefebvre, en la introducción).
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Luego es claro y evidente que cualquiera que guarde o acepte el Concilio Vaticano II en un 95%acepta en un 95% la Revolución Francesa dentro de la Iglesia, que asimila dos siglos de cultura liberal en la Iglesia. Un 95% es un porcentaje altísimo estadística o matemáticamente considerado.
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Entonces la gran pregunta es ¿qué nos quiere decir? ¿qué pretende hacernos creer?, al decir que van a dialogar o a discutir con Roma doctrinalmente, ¿qué van a discutir, el 5% que resta? Esto sólo prueba fehacientemente la parodia, el engaño, la mentira y la falsedad objetivamente hablando, y esto por etapas con gran aparato de seriedad, mientras que de hecho todo se pudre aceleradamente más.
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Por si fuera poco, qué queda de la Fraternidad, de la resistencia ante el modernismo si se guarda, tiene, mantiene o acepta el 95% del nefasto y atípico Concilio Vaticano II, adogmático y por lo mismo, absurdo, como el concebir un círculo cuadrado o un triángulo bilátero, un matrimonio católico no indisoluble, pues como hace ver el teólogo dominico Marín Solá (sucesor en la cátedradel eminente teólogo tomista en Friburgo, el Padre Norberto del Prado): «Está revelado que “todo Concilio ecuménico es infalible”, o lo que es lo mismo, está revelado que “todo Concilio es infalible si es ecuménico”.» (La Evolución Homogénea del Dogma Católica, Marín Sola, ed. BAC, Madrid1963, p. 435); libro elogiado en 1923 cuando apareció por el Cardenal Merry del Val, quien fue Secretario de Estado de San Pío X, para combatir la herejía modernista que pretendía una evolución transformista y heterodoxa del dogma católico, tal cual hoy la concibe Benedicto XVI cuando dijo siendo Cardenal que «pone en duda que haya un magisterio que sea permanente y definitivo en la Iglesia» que «ya no hay una verdad permanente en la Iglesia, verdades de Fe, dogmas en consecuencia, se acabaron los dogmas en la Iglesia, esto es radical. Evidentementeesto es herético, está claro, es horroroso, pero es así». Tal como lo aseveró Monseñor Lefebvre en una de sus últimas conferencias espirituales en Ecône del 8 y 9 de febrero de 1991, pues murió el 25 de marzo de 1991.
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Pero claro, ahora es según Usted “magnánimo”, “valiente”, “paternal”, le inspira confianza, es conservador, y aún criticado por el ultraprogresismo como favorable a la Tradición, en resumen casi un tradicionalista ante el cual Usted va a Roma «casi corriendo» y lo admira con ingenua sonrisa como se puede apreciar en algunas fotografías en una de sus entrevistas, donde aparece también el Cardenal Castrillón Hoyos y que adjunto para más pruebas de su inopinado y comprometido proceder.
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Monseñor Lefebvre denuncia un pacto de no agresión entre la Iglesia y la masonería, y Usted está dispuesto a pactar con él. «Un pacto de no agresión ha sido concertado entre la Iglesia y la masonería», A esto se lo ha encubierto con el nombre de «aggiornamento» de «apertura al mundo», de «ecumenismo». (Un Évèque Parle, p. 97). «En adelante, la Iglesia acepta no ser ya la única religión verdadera, único camino de salvación eterna». (Ibid. p. 97).
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Por esto, el entonces Cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, llega a reconocer a las otras falsas religiones como un camino o vías extraordinarias de salvación como se puede apreciar en este texto de corte conservador pero profundamente y solapadamente herético: «…se ha llegado a poner un énfasis excesivo en los valores de las religiones no cristianas, que algún teólogo llega a presentar no como vías extraordinarias de salvación, sino incluso como caminos ordinarios».(Informe sobre la Fe, Ed. BAC Popular, Madrid 1985, p. 220 última página).


Por si fuera poco, Monseñor Lefebvre señala que: «Este concilio representa, tanto a los ojos de las autoridades romanas como a los nuestros, una nueva Iglesia que ellos llaman por otra parte “Iglesia Conciliar”.» (Ibid. p. 97).
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Monseñor Lefebvre afirma que es un Concilio cismático, y Usted guarda el 95%, es decir que es cismático en un 95%, magnífico nivel, citemos el texto: «Creemos poder afirmar, ateniéndonos a la crítica interna y externa de Vaticano II, es decir analizando los textos y estudiando los pormenores de este Concilio, que éste, al dar la espalda a la Tradición y al romper con la Iglesia del pasado, es un Concilio cismático. Se juzga el árbol por sus frutos.» (Ibid. p. 97). Así tenemos paradójica y absurdamente que Usted acepta el 95% de la Nueva Iglesia postconciliar, cismática y apóstata, por lo cual, tendríamos en Usted, a un cismático y apóstata en un 95% (no está mal el porcentaje), que dice ser el fiel y digno sucesor de Monseñor Lefebvre, si esto no es una falsedad y una traición ¿dígaseme qué es?
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Monseñor Lefebvre considera que: «Todos los que cooperan en la aplicación de este trastrocamiento, aceptan y adhieren a esta nueva “Iglesia conciliar”… entran en el cisma» (Ibid. p.98). Y Usted hoy pretende obtener un acuerdo con esta nueva Iglesia conciliar cismática.
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Por si fuera poco, Usted pretende un reconocimiento oficial o regularización de la Fraternidad con Roma modernista y su ecumenismo apóstata, tal como lo señaló Monseñor Lefebvre: «Los que estiman un deber minimizar estas riquezas e incluso negarlas, no pueden sino condenar a estos dos obispos y así confirman su cisma y su separación de Nuestro Señor y su reino, a causa de su laicismo y su ecumenismo apóstata.» (Itinéraire Spirituel, p.9).
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Sí, ecumenismo apóstata, porque eso es, en lenguaje moderno lo que las Escrituras llaman Gran Apostasía, es decir la apostasía universal o ecuménica. Y a esta apostasía ecuménica o ecumenismo apóstata Usted nos quiere acercar. Luego, nos quiere hacer unos adúlteros, cismáticos, puesto que como dijo Monseñor Lefebvre: «Esta apostasía convierte a estos miembros en adúlteros y en cismáticos opuestos a toda tradición, en ruptura con el pasado de la Iglesia, y por lo tanto, con la Iglesia de hoy en la medida en que permanece fiel a la Iglesia de Nuestro Señor. Todo lo que sigue siendo fiel a la verdadera Iglesia es objeto de persecuciones salvajes y continuas.» (Ibid. p. 70-71).
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En la carta a los Obispos del 10 de marzo de 2009, Benedicto XVI afirma, después de hacer alusión a la “remisión de la excomunión”, como un gesto de bondadosa y paternal misericordia, para invitar al retorno (del hijo pródigo) a los cuatro obispos de la Fraternidad, pero recordando clara y explícitamente que «no ejercen legítimamente ministerio alguno en la Iglesia», puesto que no tienen misión o posición canónica, ya que siguen suspensos a divinis hasta tanto su situación se regularice aceptando, después de las discusiones doctrinales, el Concilio Vaticano II, lo cual expresa en estos términos (mostrando con el dedo la luna llena de la Pascua): «con esto se aclara que los problemas que deben ser tratados ahora son de naturaleza esencialmente doctrinal, y se refieren sobre todo a la aceptación del Concilio Vaticano II y del magisterio postconciliar de los Papas. (…) No se puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia al año de 1962, lo cual debe quedar claro a la Fraternidad». Con esto se ve cual es el objetivo de Roma modernista y apóstata, y Usted y los otros tres Obispos de la Fraternidad nos dicen que van a Roma para predicar la verdad, para convertirlos, etc. Esto es engañarse y engañarnos a todos estulta e ingenuamente, como el tonto que se queda mirando el dedo cuando le señalan la luna con la mano. Pero para colmo, Usted mismo reconoce casi con las mismas palabras de Benedicto XVI, y en respuesta, que: «Lejos de querer parar la Tradición en 1962, nosotros deseamos considerar el Concilio Vaticano II y la enseñanza postconciliar» (Carta del 12 de marzo de 2009) con lo cual Usted responde prontamente (dos días después) al mensaje de Benedicto XVI, cuando le señala claramente la luna. Esto sólo muestra y demuestra, y perdóneme Monseñor, su doble lenguaje modernista y liberal, manifestándose su falsedad y traición.
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Luego Monseñor, es absurdo e injusto que por resistirle pública y abiertamente a su siniestra política de reintegración en el marco oficial de la Nueva Iglesia conciliar con su ecumenismocismático y apóstata, Usted se atreva, en el ejercicio abusivo de su autoridad, comprometida y claudicante con los peores y principales enemigos de la Iglesia, expulsarme, acusándome falsa e injuriosamente de rebeldía, insumisión, desobediencia, obstinación, escándalo, sublevación, falto de enmienda, perjudicial o dañino para con el bien común de la Fraternidad, acusaciones todas que muy fácilmente se las puedo endosar y restregárselas en la cara, pero de esto se encargará el Divino Juez cuando venga a juzgar a vivos y a muertos, en él pongo la suerte de mi causa y allí nos veremos, y entre tanto pido por Usted, que Dios lo perdone, porque no sabe lo que hace, ni con la Fraternidad, ni conmigo que me defenestra como a un vil delincuente a la calle, sin recursos, con 55 años (al igual que aconteció con muchos sacerdotes reticentes a las innovaciones en la época del Concilio), y esto después de haber dado todo de mí con total y generosa entrega al servicio de la Fraternidad, a la que pertenecí durante 29 años, dejando todo, renunciando a todo para servir a la Santa Madre Iglesia en la Fraternidad, resistiendo y combatiendo contra el modernismo herético y apóstata, al cual hoy Usted nos conduce suave, dulce, pero seguramente.
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Hoy Usted me excluye de la Nueva Fraternidad reciclada a los pies de la Nueva Iglesia conciliar, Nueva Fraternidad y Nueva Iglesia a las cuales jamás pertenecí ni quiero pertenecer nunca, yo seguiré perteneciendo a la verdadera Iglesia y a la verdadera Fraternidad. Usted me expulsa, mejor dicho me excomulga de su Nueva Fraternidad, poco me importa, como poco le importó a Monseñor Lefebvre que lo excomulgaran de la Nueva Iglesia, siendo ello, lejos de un estigma, de una afrenta, una verdadera condecoración inmarcesible y una prueba de su ortodoxia, y no como Ustedes, los cuatro obispos, que avergonzados pedís que se os quite tal afrenta ante los ojos del mundo, no queriendo seguir soportando la Cruz, considerándola ignominiosa, como si Cristo hubiera bajado de la Cruz (instrumento de máximo oprobio y sufrimiento), pero no lo hizo, prefirió morir crucificado, vejado, escupido, azotado y despojado de su vestimenta y por todos abandonado, para fundar su divina Iglesia entregándole el testamento de su Sangre derramada sobre la Cruz. Y este testamento firmado con su divina sangre, su cuerpo todo inmolado, es la Santa Misa, que hoy Usted de algún modo desconoce como única y exclusiva, al aceptar la Nueva Misa espuria y bastarda (como la llamó Monseñor Lefebvre al igual que a todos los nuevos sacramentos y a los sacerdotes) como rito principal (ordinario) y legítimo mientras que la MisaTridentina pasa a ser un rito ocasional (extraordinario) en la Nueva Iglesia, que es (o será) la sede del Anticristo-Pseudoprofeta, pues como dijo Nuestra Señora en la Salette: «Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo». El que tenga ojos que vea, y el que tenga oídos que oiga.
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Por irónico que parezca, pero así son las cosas, Usted hoy me decapita, sin quizás recordarse que gracias a mí, Usted aceptó el cargo de Superior General, dada mi intervención en el Capítulo General de 1994, impidiendo así la reelección del Padre Schmidberger, que desde dos años antes comenzó a disponerlo todo para ser reelegido y que casi lo logra, pues sorpresivamente Usted fue el elegido, en contra de sus planes, y que gracias a mi intervención al levantar mi voz para decirle que aceptara el cargo como una cruz, a imagen de San Pío X, que aceptó con pesar y hasta con lágrimas el ser elegido milagrosamente en el cónclave, y así Usted después de retirarse unos momentos a solas con el Padre Schmidberger en la habitación contigua (sala de grabaciones), a lo cual me opuse levantándome en medio de la concurrencia impávida y muda de los asistentes, incluidos los otros tres obispos, para dirigirme al Padre Aulagnier, el entonces superior de Francia, y pedirle que interviniera impidiendo estos secretos, pero sin obtener ningún resultado; y así Usted al retornar a la gran sala aceptó su elección, concluido el breve entendimiento con el Padre Schmidberger.
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Y para colmo de ironías después de saber esto, viendo como me trata (maltrato) algún ladino (cual abogado del diablo) podrá decir: «así paga el diablo a quien bien le sirve».
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Todo este drama apocalíptico que vive la Iglesia está contenido proféticamente en toda la liturgia de la Cuaresma, de manera espacialísima y solemne en la Semana Santa y el Triduo Sacro que nos muestra la Iglesia desolada, el altar desmantelado y el tabernáculo vacío, clara imagen de lo acontecido no sólo hace 2000 años con la Pasión y muerte de Cristo en la Cruz, sino también de lo que sucedería a la Iglesia, cuerpo místico de Cristo al fin de los últimos tiempos apocalípticos, antes de su gloriosa Parusía, que todos debemos esperar y que pedimos incesantemente quizás muchas veces sin darnos cuenta al pedir en el Padrenuestro, venga nos el tu reino (adveniatregnum tuum), o como dice también San Juan Evangelista al finalizar el libro del Apocalipsis: Ven Señor Jesús, Maranatá.
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Que Dios lo perdone, Monseñor, con todo su Capítulo, que cual concilio sanedrita me condena y excluye, recordándome lo que hiciera con Nuestro Señor Jesucristo quien fuera el pueblo elegido,pero después corrompido, resonando en mis oídos las palabras de la liturgia: «Dijeron los impíos oprimamos al varón justo porque es contrario a nuestras obras.» (5ª antífona de Laudes de Martes Santo). Pero también vienen a mi mente las reconfortantes palabras del Profeta: «El Señor Dios es mi protector, por eso no seré avergonzado; y así he presentado mi rostro como una piedra durísima, y sé que no quedaré confundido». (Is. 50, 7).
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Así pues no quedándome otra alternativa que la de callar y claudicar en el vil silencio ante lo que veo, o la de hablar claro y firmemente al precio de la exclusión, he cumplido con mi deber sacerdotal sin traicionar a Dios ni a mi conciencia. Ahora no me queda sino deambular con la cabeza entre las manos cual aconteció a San Dionisio cuando le decapitaron, antes de caer y morir.
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Me despido de Usted en este patético y significativo Triduo Sacro de la solemne Semana Mayor, lleno de profética alusión a lo que acontecería con la Iglesia en los últimos tiempos apocalípticos, pero que es el necesario preludio para la futura y gloriosa Pascua de Resurrección.
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Basilio Méramo Pbro.Orizaba, Jueves Santo, 9 de abril de 2009